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Volver a la Política

El Heraldo de Chihuahua Chihuahua, Chih. 26 de Noviembre de 1997 Página 6 Sección A

La política, dicen los autores clásicos, es la actividad más importante del hombre en el orden natural, porque no existe otro quehacer, otra vocación, que permita tan directamente favorecer el bien común, la justicia social y la satisfacción de los derechos humanos.

Pero en México, la existencia de un partido de Estado ha desvirtuado esa noble tarea que es la política. En nuestro país, cada sexenio, muchos de los ciudadanos son manipulados y la magia de la propaganda y las mismas promesas de siempre les hace volver a creer en el Partido Oficial. Nada sacude la conciencia de muchos mexicanos: ni la pobreza en que los han sumido los malos gobiernos, ni la corrupción que puede presentarse en cualquier trámite burocrático o en las calles, cuando les ofrecen u ofrecen mordida, ni la ignominia a que los someten cuando les piden su voto por dinero, terrenos o alimentos en algún plan solidario famoso, que es la nueva forma de presentar el paternalismo.

Los mexicanos hemos permitido este país que tenemos, pero cuidado con ser pesimistas y quedarnos con un discurso del pasado. México ha cambiado mucho y para bien. La democracia, poco a poco se concreta en procesos electorales más transparentes, en alternancias de gobiernos estatales y municipales o en un Congreso más plural, etc.

Sin duda, algo pasa con nosotros los mexicanos, que hemos permitido tantos años de humillación y de los malos gobiernos. Decía el periodista Alan Riding en su libro Vecinos Distantes: "...el mexicano tiene como respuesta al error el ni modo. El mexicano no es un jugador de equipo; en los deportes sobresale en el boxeo". Pero así como somos lobos solitarios y valedores, también llevamos el estigma del conquistado, el complejo de inferioridad que no nos deja liberarnos para sacar todas nuestras fuerzas interiores, como han escrito intelectuales de la talla de Octavio Paz.

No creo que los gobernantes deban ser más temidos que amados, como decía Maquiavelo, o los más sabios, como proponía Platón. Los gobernantes no son seres extraordinarios: son personas comunes y corrientes que han tenido la oportunidad de servir a su pueblo, y por esta responsabilidad tendrán tarde o temprano que rendir cuentas.

Pero la función que los ciudadanos debemos ejercer es previa al surgimiento de estas personalidades. Si somos un pueblo que se sostiene en la familia, es importante que el gobernante sea un hombre de familia y que considere a la familia comunitaria como una extensión de su familia chica, formada por su esposa e hijos. Un hombre de familia que quiere un mejor futuro para sus hijos tendrá sus reservas antes de enlodar con corrupción el futuro de su propia familia.

El gobernante debe ser prudente, ésta es la virtud por excelencia de un político, una virtud que involucra lo mismo a la inteligencia que a la voluntad, porque debe decidir lo conveniente y justo sin acatar presiones de ninguna índole, pero cuidado con escoger sólo lo conveniente, porque entonces la prudencia resulta ser un pragmatismo inconveniente, y mucho cuidado con tratar sólo de ser justos, porque se desaprovecharían otras inercias positivas.

El gobernante debe ser fuerte, templado y justo, que son tres virtudes excelentes y primordiales para los políticos. El gobernante debe ser obediente, no un líder que sólo sabe mandar. Su obediencia la debe primero a Dios, quien le ha dado la posibilidad de servir a los demás, no de mandarlos. El gobernante debe ser congruente entre lo que piensa y lo que hace. Igualar la voluntad al pensamiento es una empresa de héroes interiores, de hombres de santidad.

Es importante tener un sentido de observación fino para escoger a gobernantes sencillos, no actores que ganan voluntades con propósitos nobles o espurios. La sencillez se puede dar en un hombre rico, lo mismo que esa sencillez en un hombre pobre o no tan rico puede ser una pose. La sencillez es una manera de ser que sale de adentro y se representa fidedignamente en el trato amable y cordial hacia los demás.

El gobernante debe tener pruebas en su historia personal que evidencien que ama a su pueblo. Por ejemplo, si formó una familia, debe ser un hombre amado por su familia y su esposa; si levantó una empresa, debe ser un patrón amado por sus trabajadores; si tiene una profesión y un liderazgo, debe ser respetado por sus subalternos, debe ser un buen vecino, un buen miembro de su comunidad, alguien que se preocupa por los demás.

Por todo ello, es importante volver a la política, que representa el más valioso instrumento para lograr el bien común. Por eso, en el Partido Acción Nacional buscamos ser consecuentes entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Tal es nuestro compromiso.