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Carta de un Ciudadano: Rumbo al 2000

El Heraldo de Chihuahua Chihuahua, Chih. 16 de Marzo de 1998 Página 6 Sección A

No sobemos con claridad, pienso que nadie puede saberlo con exactitud, que es lo que deparara a la vida nacional el final de este año.

El proceso de descomposición que se vive al interior del partido que ha gobernado a este país y de su sistema político, se empieza a mostrar con toda claridad. Murió Fidel Velázquez y con él todo un símbolo del corporativismo y del México viejo. Ex presidentes del PRI, ex gobernadores, ex coordinadores parlamentarios, ex alcaldes, ex procuradores y toda clase de grandes personajes están desertando del PRI y el éxodo se da por miles.

A medido que pasa el tiempo, se hace más evidente la existencia cada vez más incómoda e ingobernable de los intereses que hasta ayer convivían en su seno en armonía y complicidad. Opera un paulatino traslado del poder político a los niveles regionales; el caso de Puebla y el más reciente de Chihuahua son una muestra evidente de lo anterior.

En el seno del gobierno se hace más evidente la confrontación en cuando menos dos visiones del país: la de la modernidad y la del autoritarismo del pasado. En medio, todas las crisis coyunturales, económicas o políticas amenazan con transformarse en verdaderas crisis nacionales.

Una variedad de factores económicos y políticos gravitan sobre el país; en primer lugar factores externos como la caída de los precios del petróleo y los riesgos de una nueva crisis de una cuenta corriente derivada de la crisis asiática, y el incremento de observadores extranjeros en el problema de Chiapas.

En lo interno, los desajustes estructurales que aún prevalecen en el sistema financiero, la complejidad de algunos retos por venir de algunos compromisos asumidos sin márgenes de maniobra, así se encuentra la discusión de una Reforma de Estado cada vez más lejana y cada vez más rehén de la coyuntura; la Reforma Fiscal integral, tan anunciada y que no acaba de llegar; la Reforma hacia un auténtico federalismo, que más se anunció que convertirse en una realidad; la legislación en derechos de cultura indígena y la legislación en torno al rescate del sistema financiero.

La magnitud de los desafíos que en el largo plazo se le presentan al país y que parece nadie piensa abordarlos a fondo por el momento: la crisis ambiental, la devastación de bosques y selvas, la crisis demográfica con su cadena de implicaciones relativas, en los ámbitos de desempleo, desabasto, miseria y quiebra generacional; la crisis financiera que trasladará a futuras generaciones la carga fiscal que ahora se pospone; la crisis educativa que amenaza con convertir el país en un país de reprobados, la crisis de seguridad pública y narcotráfico.

En cada uno de los puntos anteriores hay un reto en marcha para el futuro nacional. No hay sin embargo ni el menor asomo de abordar estos problemas desde una perspectiva verdaderamente histórica, verdaderamente estadista. Por el contrario, la perspectiva está dominada, esclavizada, atrapada por la coyuntura. No hay visión de país, no hay noción responsable del futuro y lo único que prevalece es lo presente. El pasado parece que ha quedado muy lejos y el futuro parece no llegar.

Dentro de todo esto, lo único que parece avanzar es el Partido Acción Nacional. En marzo de 1995, este partido gobernaba a 17 millones de mexicanos; hoy gobierna a más de 38.5 millones, que equivalen al 42% de la población.

Las presiones externas e internas hacia el propio Partido Acción Nacional han ido aumentando conforme a su propio crecimiento, pero hasta hoy ha logrado sortearlas con éxito trabajando siempre unidos con la convicción profunda de que el triunfo y la victoria no se dan por azar, sino que son resultados de un esfuerzo continuo.

El Partido Acción Nacional deberá llegar unido y fuerte al año 2000, y aún cuando parece tener nubarrones en el camino, sabrá sortearlos con reglas de sentido común que le permitan llegar con éxito antes de que este país sea envuelto en una tormenta mayor.