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Carta de un diputado: Gómez Morín: el Político

El Heraldo de Chihuahua Chihuahua, Chih. 17 de Febrero de 1997 Página 6 Sección A

"¿Qué armas para esta lucha? Las únicas irresistibles: las ideas, los valores del alma. Ni tenemos otras, ni las hay mejores".- Manuel Gómez Morín.

Se puede decir que Gómez Morín inició sus actividades políticas desde los 20 años en que intervino en la Cámara de Diputados solicitando la autonomía universitaria, aunque su primera participación en una campaña política fue a los 32 años cuando ocupó un puesto de primera fila en la campaña de José Vasconcelos para la Presidencia de la República.

Campaña admirable, en la que la figura excepcional de Vasconcelos conmovió a la nación, sin embargo él no quiso pensar en una organización política permanente, por lo que pasadas las elecciones y proclamado el triunfo del candidato oficial (se dice que no había ganado), Ing. Pascual Ortiz Rubio, Vasconcelos, Gómez Morín y otros que participaron en el movimiento tuvieron que salir del país por algunos meses.

Desde la época del vasconcelismo, Gómez Morín tenía la idea de que los males de México deben ser atacados a fondo, haciendo un llamado a los ciudadanos para que participen en forma permanente y organizada en la vida pública.

Después de haber sido rector de la UNAM el país pasaba por una época de desconcierto, desorganización, corrupción, abusos y prepotencia de los gobernantes (igual que ahora), así los estudiantes e intelectuales de la época buscaron a Gómez Morín y éste junto con un grupo selecto se dieron a la tarea de constituir un partido político permanente.

Gómez Morín, presidente del comité organizador del PAN y de su comisión permanente, fue electo primer presidente del Comité Ejecutivo Nacional en diciembre de 1939, cargo que ocupó por 10 años consecutivos.

Manuel Gómez Morín escuchó la voz, vio el camino, se entregó total e irrevocablemente a la empresa, reclutó el equipo inicial, erigió la estructura doctrinal, movió las almas tras el ideal recién nacido, dio vida y dirección al PAN durante poco más de un decenio, instauró métodos y estilos, definió objetivos, fue jefe y recluta, maestro y aprendiz, propagandista y periodista, candidato y tribuno, ejemplo, estímulo, animador infatigable, amigo generoso y fiel camarada.

Después de dejar la jefatura nacional, Gómez Morín continuó estrechamente vinculado al partido, tanto al Comité Ejecutivo Nacional como al Consejo Nacional, al que sólo dejaba de asistir en casos de enfermedad. Asistió a muchas reuniones en los estados y tomó parte en campañas, especialmente en Chihuahua, pronunció conferencias y discursos, aportó recursos económicos, con gran frecuencia los suyos propios; colaboró y formuló iniciativas de ley; escribió en periódicos y revistas, especialmente en la del partido.

A los 49 años de edad, en 1946, fue postulado candidato a diputado federal por el distrito de Parral, Chihuahua, habiendo ganado; sin embargo el partido oficial nunca se refirió a los resultados de la elección, sino que se concentró en una curiosa impugnación de la nacionalidad mexicana del candidato Gómez Morín, porque su padre había sido español, argumento que Gómez Morín hizo pedazos y finalmente, ante la imposibilidad de demostrar que el candidato oficial había ganado, deciden anular la elección en dicho distrito.

Once años después es nuevamente postulado candidato a diputado federal, ahora por su lugar de residencia, el XVIII distrito del Distrito Federal. El partido oficial ya tenía candidato en ese distrito, pero cuando apareció el nombre de Gómez Morín lo cambió por Antonio Castro leal. Al final de esta elección el PAN se retiró del proceso electoral en todo el país por las graves irregularidades en la elección.

La última intervención pública de Gómez Morín fue una entrevista que publicó Excélsior en primera plana a ocho columnas, el 9 de enero de 1970. "México necesita una revolución real, estructural, que no sea solamente el cambio de grupos personales. No hablo de lucha armada, porque no creo en ella... en el fondo de todo, lo imprescindible es un cambio de actitud, un paso hacia la autenticidad, hacia la sinceridad. Esto implica una profunda cuestión de orden moral, perdida de vista en medio de una larga, muy larga simulación".

Decía Gómez Morín que la lucha por la democracia era brega de eternidad, sin embargo sus principios de doctrina y su legado ideológico, sólido y macizo, han hecho que esta brega de eternidad esté llegando a rendir frutos en este final de siglo, porque hombres como él, no se entierran... ¡Se siembran en nuestro suelo!