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El presidencialismo

El Heraldo de Chihuahua Chihuahua, Chih. 14 de Enero de 2003 Página 5 Sección F

Algunas gentes piensan que el Presidente Vicente Fox ha ido perdiendo poder o que no ha sabido usar el presidencialismo como lo venían haciendo todos los presidentes anteriores. Nada más alejado de la realidad que el pensamiento anterior. El Presidente Fox sabe perfectamente cuáles son sus facultades y sólo esas va a usar, precisamente para acabar con ese hiperpresidencialismo feroz que tanto daño le hizo al país.

La preponderancia del Poder Ejecutivo dentro del sistema político anterior, que duró 70 años, se basó más que en la Constitución, en la hegemonía de su partido. El control político que esa hegemonía proporcionaba al líder del partido, en este caso al Presidente de la República, inhabilitaba, por la confusión partido-gobierno-Estado-nación, de manera sistemática los controles propios de un sistema constitucional. La consecuencia fue la excesiva concentración del poder que produjo un presidencialismo metaconstitucional.

El arreglo informal del Presidente y su partido logró imponerse por encima de la constitucionalidad. De ahí que, en términos de capacidad de ejercer el poder y operar mecanismos de control político, el vínculo entre el Ejecutivo y su partido generara una gobernabilidad de tipo autoritario, aunque funcional. Ese perverso arreglo vació de contenido el espacio público, ocupado por un Estado omnipresente, que confundió lo público con lo estatal, que regateó la libertad y auspició la irresponsabilidad social. El régimen priísta atrofió la potencia social de la responsabilidad libre, porque favoreció un paternalismo a veces suave y terso, a veces duro y rudo, en contraposición a la aplicación decidida de la ley.

La concentración de la representación política en el partido hegemónico no sólo inhibió los pesos y contrapesos propios de la separación de poderes, sino que inhabilitó el esquema constitucional de distribución de competencias entre la Federación, los estados y los municipios.

Por si fuera poco, a lo largo de varias décadas el proceso de reformas constitucionales llevó a la concentración del poder formal en la Federación, sin embargo no le daban más atribuciones al Ejecutivo. Más de veinticinco reformas constitucionales que ocurrieron entre 1921 y 1999 transfirieron facultades de los estados a la Federación, pero las depositaron en el Congreso, no en el Ejecutivo. La facultad jurídica se depositaba en el Congreso, pero la facultad de hecho terminaba en el Ejecutivo, por la mediación del partido hegemónico.

El modelo corporativista amplió perversamente las bases de apoyo al partido hegemónico, mediante estructuras autoritarias de articulación gremial que proporcionaban al Estado mexicano un instrumento de control político. Su estabilidad dependía de la inclusión selectiva de cuadros y líderes dóciles dentro del proceso político nacional. En palabras de Octavio Paz, "la base del sistema político mexicano (fue) el control de las organizaciones obreras, campesinas y populares. Las grandes burocracias fueron, en su momento, instrumento de cambio social, sin embargo, poco a poco se convirtieron en el principal obstáculo para el cambio político en virtud de la corrupción y la organización vertical. Uno de los rasgos distintivos del régimen autoritario fue el sutil atropello de la libertad de expresión y de prensa, con lo que de nueva cuenta se comprimía el espacio público ciudadano".

Hoy, la concentración de poder del viejo sistema político mexicano ha desaparecido prácticamente. Hasta 1999 el cambio fue lento y gradual, pero la llegada a la alternancia el 2 de julio del 2000 representó un abrupto cambio político. El partido hegemónico le había proporcionado al Presidente de la República un poder absoluto y total, por ello hay quienes hoy piensan que eran atribuciones constitucionales, que casi lo convertían en un rey y por ello ahora que llegó un Presidente de un partido distinto al de 70 años, hay quienes hablan de acotar el poder del Presidente, sin embargo si se hace un examen profundo y exhaustivo de las facultades del Presidente en la Constitución, encontraremos que el Ejecutivo mexicano es débil en muchas facultades que se tienen en otros países, como es su capacidad de veto que no está claramente regulada, no tiene facultades para introducir legislación por decreto, no puede convocar a referéndum, carece de facultades para llamar a la urgencia legislativa, no puede determinar la agenda del Legislativo y como ya vimos en el presupuesto del 2003, su iniciativa de presupuesto puede ser modificada a discreción por la Cámara de Diputados.

El presidencialismo ha muerto por voluntad propia del Presidente Fox y de su partido el PAN, simplemente debemos retomar el camino de la ley y de un verdadero federalismo.