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Hasta luego ingeniero Luis Herrera

El Heraldo de Chihuahua Chihuahua, Chih.30 septiembre de 2014 Página Sección B

Conocí al ingeniero Herrera poco antes de entrar los dos a colaborar en la presidencia municipal con don Luis Álvarez, él en servicios públicos y yo de oficial mayor. Confieso que le tenía mucho respeto por muchas razones. Era muy amigo del alcalde y yo apenas empezaba a conocerlos. Era de carácter recio. Era muy chambeador y a veces antes de la hora de entrar a trabajar ya me estaba hablando por algún asunto oficial que le urgía. A pesar de su cercanía con el presidente municipal, siempre pedía todo lo que necesitaba para su dependencia, con toda sencillez y siempre con los “porqués” de lo que pedía. Era casi imposible negarle sus requisiciones, es más creo que nunca se dio el caso. La primera vez que fui candidato a diputado federal, de inmediato me buscó para ofrecerme todo el apoyo, cosa que yo agradecí muchísimo ya que era un líder dentro del PAN, que ya había sido dos veces presidente estatal del partido. Nunca fallaba a sus compromisos, aunque muchas veces lo tenía que poner de su bolsa, así fueran los volantes, como el sonido para el mitin. Uno sabía que una vez que Luis se había comprometido, ya contaba uno con aquello. Nos hicimos muy buenos amigos y me contaba algunas de las anécdotas de sus inicios en el PAN. El era de los panistas de la primera hora, no de los fundadores, ya que él entró 20 años después de fundado, pero era la época en que nadie quería entrar al único partido de oposición, ya que no solo iba al matadero, sino que seguramente iba a sufrir persecución de parte del PRI-Gobierno, que mandaba auditoría a tu negocio, amenazas veladas y qué sé yo. Sin embargo él era un hombre de una pieza. Nos contaba de sus primeras candidaturas, no había nadie que los apoyara, de tal manera que entre él y Martita, su esposa, recorrían las calles anunciando que ya venía el candidato del PAN y que estaría en la plaza a las 6 de la tarde, pero el candidato era el mismo que perifoneaba, mientras su esposa repartía los volantes invitando al mitin. Poco antes de ir a la plaza, nos comentaba, se iba a alguna cantina cercana a echarse unos “alipuses”, decía él, para darse valor y llegar a la plaza donde estaban los mismos viejitos de siempre, algunos curiosos que quería ver al atrevido en contra del sistema de dictadura disfrazada que vivíamos y que ahora quiere regresar con el nuevo PRI, y eso sí no podía faltar los espías del gobierno para ver cómo le iba y quienes iban, era un sistema altamente intimidatorio. Terminé mi período de diputado federal y un día me llamó en la mañana temprano y me dijo: “me acabo de enterar que vas por la presidencia estatal del PAN, ¿porqué no me habías dicho nada?”. “porque lo decidí ayer en la tarde Luis, espero que me apoyes”, le contesté. “es que a tí no te pongo peros”, me dijo. “Y luego”, le contesté. “ya me comprometí con Cruz Pérez Cuellar y cuando doy mi palabra, tu sabes que no quedo mal”. Yo entendí con toda claridad que no me daría el voto, pero a la vez entendía que en caso de que yo ganara la presidencia estatal, contaría con todo su apoyo, como así fue. Después de su primer infarto cerebral, andaba en silla de ruedas, pero su mente y su corazón siempre fieles al PAN, no dejó de ir a votar en las internas, en las cuales le llevaban la papeleta para que votara desde el automóvil o en la planta baja del edificio. En las constitucionales también iba a votar en su silla de ruedas, así tuviera que esperar en el sol un buen rato. Un ciudadano en toda la extensión de la palabra, como le había enseñado don Manuel Gómez Morín, a quién conoció y trató durante algunos años y de quien contaba algunos hechos que hablaban de la grandeza del fundador del PAN. Tuve la suerte, la fortuna, de comer con Luis Herrera González, una semana antes que le diera el último infarto, en casa de nuestra amiga Oralia Enríquez, donde pasamos una tarde muy agradable. Se veía de muy buen humor y muy interesado en la plática, como siempre. A los días le dio el último infarto, del que logró salir e irse para su casa, donde fallece en compañía de sus hijos y hermanos, ya que Martita se le había adelantado en el camino. Hasta luego Luís, tu ejemplo de vida, en todas sus facetas, se queda con nosotros para siempre.